VULNERABILIDAD RADICAL
por Ángela Lara
La vulnerabilidad es un concepto utilizado con un significado similar, pero diferentes acepciones, en disciplinas como la psicología, la sociología o la geografía. Desde la perspectiva de gestión de los riesgos ambientales, es utilizado para expresar la propensión o predisposición a ser afectado negativamente como consecuencia de sucesos relacionados con el clima, habitualmente denominados desastres naturales, sobre los que cada vez se tiene más evidencia de la influencia del cambio climático, resultado de la acción humana.
Hasta los años 80 la vulnerabilidad se identificaba con la exposición física a los fenómenos naturales. De este modo, se consideraban las poblaciones y bienes más vulnerables a aquellos que simplemente estaban ubicados en lugares más expuestos a la acción del agente natural. Algo así como “estar en el lugar equivocado en el momento equivocado” (Saurí, 2003). En los años 90 aparecen los primeros trabajos que incorporan la denominada sociología del riesgo, en los que se plantea que el desastre resulta de la combinación de esta exposición con factores sociales, institucionales y políticos. El riesgo comienza entonces a interpretarse más como un proceso histórico que como la consecuencia de un fenómeno natural aislado en el tiempo y en el espacio. Así, este fenómeno surge, mucho antes que el agente climático que desencadena el desastre, de la interacción entre el sistema natural y el sistema humano (Cutter, 2003; Saurí, 2003; Vargas y Paneque, 2017).
La incorporación del factor social de la vulnerabilidad, hace que se comience a dar importancia a la capacidad individual y social para prevenir los fenómenos, absorber las pérdidas o acceder a mecanismos para recuperarse. Esta capacidad varía en función de los ingresos, la edad, el género, las estructuras de poder e influencia en la toma colectiva de decisiones, el marco socioambiental, etc.
Inundaciones en Valencia. Fuente: diarioinformación.com
La que denominamos vulnerabilidad socio-ecológica, que se formula más recientemente desde la literatura relacionada con la justicia climática urbana (Anguelovski et al. 2016), resulta de la combinación de la vulnerabilidad social, definida por variables socio-económicas (pobreza, desempleo, edad, origen…) y de la vulnerabilidad ecológica, condicionada tanto por la ubicación como por las características del lugar en el que las personas habitan.
Si bien, estas variables no son independientes. Lo habitual es que se produzca una combinación de factores por la cual, los grupos con menor nivel socio-económico también cuenten con peores condiciones de habitabilidad y residan en áreas más expuestas a los riesgos ambientales; mientras que los grupos con más capacidad socio-económica para afrontar los impactos del riesgo, cuentan con una mayor calidad del entorno edificado y residen en zonas con menor exposición al riesgo. Es decir, nuestra condición social determina el lugar donde vivimos y las condiciones en las que vivimos, y por tanto, nuestro riesgo a ser afectados por un desastre. Pero nuestra capacidad de sobreponernos al desastre, lo que ahora se denomina resiliencia, no depende sólo de nuestras condiciones materiales, sino que está muy determinada también por nuestras redes de apoyo, nuestra cultura de gestión de la adversidad, y nuestra capacidad social de organización.
El eco-feminismo nos ha enseñado que somos seres interdependientes y ecodependientes. Que más allá de lo que denominamos “grupos vulnerables”, existe una vulnerabilidad radical relacionada con nuestra condición de seres vivos desde que nacemos, cuando necesitamos los cuidados materiales y afectivos para sobrevivir, cuando padecemos enfermedades, o cuando nos hacemos mayores… pero también de manera cotidiana, cuando todas las personas, sin excepción, necesitamos alimentarnos, vivir en entornos sanos y limpios e incluso tener relaciones sociales y afectivas. Todas ellas tareas que, de una manera más o menos monetarizadas, asumen en gran parte mujeres, es más, en muchos casos, mujeres de los denominados “grupos vulnerables”.
He ahí una de las mayores paradojas del modelo socio-económico en el que vivimos: las tareas de las que depende de manera más sustancial nuestra vida, se soportan en gran parte sobre las espaldas de las personas a las que hacemos más vulnerables. La recolección de alimentos del campo por las personas migrantes, los trabajos de cuidados de nuestros menores y mayores por mujeres, el abastecimiento en supermercados o la recogida de basuras. La actual pandemia del Covid-19 nos ha mostrado que son labores que, pase lo que pase, han de seguir siendo desempeñadas, a pesar de las condiciones de precariedad que sufren las personas que habitualmente las desarrollan.
Temporeras durante la faena agrícola. Fuente: lafarruca.news
Por eso resulta fundamental “distinguir entre una vulnerabilidad construida socialmente, la que sufren determinados grupos humanos, como las personas empobrecidas, migrantes, refugiadas, mujeres… nacida de la discriminación y la desigual distribución de la riqueza -esta sí, eliminable- y la vulnerabilidad radical con la que forzosamente tenemos que convivir” (Magallón, C., 2020).
Y por eso resulta fundamental aprender algo de lo ocurrido, y reconocer la importancia de poner la vulnerabilidad en el centro de la política. No sólo como discurso, sino también como actitud. Reconocer que la vulnerabilidad es una condición humana, y que sólo poniendo “la vida en el centro” lograremos sobrevivir como especie.
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REFERENCIAS
- Anguelovski, I., L. Shi, E. Chu, D. Gallagher, K. Goh, Z. Lamb, K. Reeve, H. Teicher (2016): “Equity impacts of urban land use planning for climate adaptation: critical perspectives from the global north and south”. Journal of Planning Education and Research 36, 333–348. https://doi.org/10.1177/0739456X16645166. Consultado el 5 julio 2020.
- Cutter, S.L., B.J. Boruff, W. L. Shirley (2003): “Social Vulnerability to Environmental Hazards”, Social Science Quarterly, Volume 84, Number 2, June 2003
- Magallón, C. (2020): Hacer de la necesidad virtud: coronavirus, feminismo y vulnerabilidad. La marea (17-04-2020). Recuperado de https://www.lamarea.com/2020/04/17/hacer-de-la-necesidad-virtud-coronavirus-feminismo-y-vulnerabilidad-8/ . Consultado el 5 julio 2020.
- Saurí, D. (2003). “Tendencias recientes en el análisis geográfico de los riesgos ambientales”. AREAS Revista de Ciencias Sociales. Los procesos de riesgo con origen natural: una constante en la relación entre hombre y medio. Nº 23 / 2003, pp. 17-30.
- Vargas, J. y Paneque, P. (2017): “Metodología para el análisis de las causas de la vulnerabilidad al riesgo de sequía a escala de Demarcación Hidrográfica”. Nat Hazards, 3 Julio 2017. DOI 10.1007/s11069-017-2982-4. Consultado el 5 julio 2020.