A problemas generales, soluciones generales:
Todas las calles de un carril a prioridad peatonal
por Màrius Navazo
Sabemos que pocas calles garantizan un espacio peatonal que cumpla con el distanciamiento social hoy requerido. Por lo tanto, estamos delante de un problema general. No puntual. Sin embargo, estamos trazando líneas sobre plano para ensanchar algunas aceras. De manera puntual, sólo aquí y allá. Es decir, pretendemos solucionar un problema general con una solución puntual, lo que resulta claramente incongruente. Así, tendremos mucha gente andando a menos de 2 metros por todas las calles, excepto en algunos tramos puntuales de la red. Y, seguramente, resultará ser demasiada gente incumpliendo el distanciamiento requerido.
Para ser menos incongruentes, tendríamos que estar diseñando soluciones generales. Una, por ejemplo, podría ser que cambiemos la siguiente regla del juego: en las calzadas de las calles de un único carril (con o sin aparcamiento), los peatones pasan a tener la prioridad en primer lugar, las bicicletas y VMP en segundo lugar, y los vehículos motorizados en último lugar. Esto podría ser una solución general porque en pueblos y ciudades de tamaño medio (hasta 500.000 habitantes, por poner un umbral), estas calles pueden representar entre el 80-95% de la red (por poner un porcentaje). Y en las grandes ciudades el porcentaje también es muy significativo.
De hecho, la DGT ya tenía previsto aprobar antes del verano una reforma del Reglamento General de Circulación para que este tipo de calles fueran de velocidad máxima 30 km/h. Si esto se ha estado planteando y trabajando en un tiempo en que no había requerimientos de distanciamiento social, ahora indudablemente es necesario que la DGT vaya más allá, bajando esta velocidad hasta los 20 km/h y otorgando la prioridad a los peatones. Podría discutirse si la señal S-28 de calle residencial sería la más adecuada o no -puesto que prohíbe el aparcamiento si no está específicamente señalizado, además de permitir el juego en la calle. Pero esto son detalles que alargarían demasiado este escrito.
Volviendo al nudo de la cuestión: con las intensidades de tráfico que a día de hoy tienen las calles de un carril de circulación, esta propuesta resulta viable. Ahora el principal escollo es el incremento de velocidad de los coches, ante el paisaje de calles vacías. Pero pasan tan pocos coches que andar por la calzada resulta, en muchos casos, cómodo y práctico. Cuando suban las intensidades, el panorama cambiará. Pero, de eso precisamente se trata: de que no pueda cambiar a peor. Una medida como esta tendría que comenzar a implementarse antes que crezcan demasiado las intensidades de tráfico para facilitar la apropiación de la calzada por parte de las personas. Sabiendo que esto será un pez que se muerde la cola: cuanta más gente camine por las calzadas, más gente se atreverá a hacerlo, más inhibidos estarán los vehículos y más fácil y sensato será que circulen lentamente. Lo peor es que, de forma viceversa, ocurrirá lo mismo: cuantas menos posibilidades de encontrar personas por la calzada, más correrán los coches y menos gente caminará por ellas. Por lo tanto, el papel que le correspondería a la ciudadanía sería claramente el de invadir las calzadas.
De hecho, esto ya está pasando, pero sin ninguna protección jurídica. Se trataría, en definitiva, de dar una cobertura normativa a este comportamiento que de repente se ha vuelto tan necesario. Evidentemente, no haría falta que caminaran por la calzada las personas más vulnerables, subiendo y bajando bordillos. Éstas seguirían circulando por las aceras; pero por unas aceras menos densificadas gracias a los que caminaran por la calzada.
¿El almacenaje de coches vacíos en las calles tiene preferencia ante las exigencias de salud pública actuales? O suprimimos los aparcamientos o damos prioridad peatonal en los carriles de circulación.
¿Y el papel de la administración local para implementar esta medida? Básicamente sería el de controlar y apercibir sobre la nueva velocidad máxima de 20 km/h en la mayoría de calles. Si hemos tenido agentes controlando que la gente no se salte el confinamiento o la distancia mínima de seguridad, ¿no podrá controlarse ahora la velocidad de los vehículos para posibilitar el distanciamiento social que exige esta nueva fase?
Convirtiendo la mayoría del espacio urbano a calles de preferencia peatonal, dejaríamos las propuestas puntuales para esas calles minoritarias en nuestros pueblos y ciudades: las de más de un carril de circulación. Ahí podríamos seguir rediseñando y ampliando espacios para el peatón y la bici – tal y como cada día vamos viendo publicado, de una u otra ciudad. Sin embargo, para el resto de la trama urbana lo tendríamos abordado, aunque no solucionado.
Digo “abordado, pero no solucionado”, porque este cambio de las reglas del juego no va a modificar la mentalidad de las personas sobre lo que es una calzada de la noche a la mañana. Ni de la gente que va a pie para que se apodere de la calzada, ni de la gente que conduce para que se inhiba en ella. De hecho, hasta el día de hoy hemos tenido claro que para cambiar el comportamiento de la gente necesitamos modificar el propio diseño de la calle. Y lo hemos estado haciendo de manera costosa (transformación a plataforma única) o menos costosa (invasión de la calzada con mobiliario urbano y pintura). Por lo tanto, pretender conseguir un cambio de comportamientos sin modificar el paisaje urbano, es pretender mucho. Pero el panorama actual nos obliga, como mínimo, a probar y testar nuevos escenarios. Y este podría ser uno. De hecho estamos viendo cosas totalmente fuera de nuestro imaginario colectivo: hoteles privados convertidos en anejos de hospitales públicos, campos de golf privados transformados en parques públicos para paseos y picnics, escuelas cerradas durante medio año, cierre de 15 días de casi toda actividad laboral presencial, propuesta de convertir a peatonal todo el centro de Bruselas (con calles de 3 carriles), etc. En definitiva, que es un buen momento para imaginar y probar en grande. Porque lo que está pasando es grande.
Y si no es esta propuesta, que sea otra. Pero que no sea puntual, sino que venga a dar una respuesta coherente a la dimensión del reto que tenemos delante.