Caminar y pedalear en tiempos de Coronavirus

por Christian Kisters

La actividad física al aire libre y los desplazamientos a pie y en bicicleta no son prescindibles.

Es asombroso con qué rapidez y disciplina la población de Madrid (y supongo también en el resto del estado español) ha asumido que la prohibición de salir a la calle (salvo por actividades “necesarias” como la compra, el trabajo o el cuidado de personas) es una medida imprescindible para “ganar la guerra al Covid-19”, siendo especialmente restrictiva la prohibición de dar paseos o correr, siquiera en el ámbito de los espacios comunitarios de bloques de viviendas. 

Asimismo, es llamativo que otros países del entorno geográfico, en situaciones parecidas o incluso más graves (Italia), no sólo permiten el paseo lúdico o las actividades físicas al aire libre como correr, sino incluso se anima a la gente a que mantengan estos hábitos saludables cumpliendo con las recomendaciones del distanciamiento social1. Es cierto que finalmente hace un par de días el gobierno italiano ha decretado el cierre de parques y jardines públicos, si bien se siguen permitiendo los ejercicios físicos al aire libre (correr y montar en bicicleta)2.

Así pues, la cuestión es por qué se valoran de forma tan diferente los beneficios y riesgos de los paseos recreativos tanto a pie o en bicicleta en los distintos países europeos para hacer frente a la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. ¿No somos conscientes de lo importante que es salir al aire libre y liberar tensiones en parques cercanos, aunque sea de una manera regulada, con cierto orden? De esta forma sería más fácil gestionar el estrés y la angustia que a todas nos está produciendo esta situación.

¿O, tal vez subyace a las decisiones tomadas un enfoque “adultocéntrico”, tal como afirma César Rendueles en una entrevista reciente3, que ignora las necesidades de la infancia, como por ejemplo la importancia que tiene la actividad física y el juego al aire libre para este grupo?

Pero no solo estamos hablando de actividades recreativas: aparentemente estamos todavía lejos de considerar la bicicleta como un modo de transporte cotidiano, al menos en la ciudad de Madrid. 

El ayuntamiento de Madrid ha tomado recientemente varias decisiones que dejan entrever que no se valora este vehículo como parte de la solución en la movilidad, como, por ejemplo, el cierre de Bicimad: mientras que, en la ciudad china de Wuhan, epicentro del brote del coronavirus, se mantenía abierto su sistema de bicicleta pública (uno de los más grandes del mundo4) como alternativa al transporte público, donde el riesgo de contagiarse en mucho mayor5, aquí se decidió cerrar el servicio a pocos días de la declaración del estado de alarma. En cambio, en Londres el alcalde ha anunciado que el uso de la bicicleta pública será gratuito para las personas que trabajan para el Servicio Nacional de Salud, con el fin de evitar las saturaciones en el transporte público colectivo6.

Tampoco hay mucha sensibilidad hacia la bicicleta con el cierre de algunas zonas verdes y espacios libres por donde transcurren importantes itinerarios ciclistas. Mientras tanto, pudimos observar cómo los trenes del Metro y de cercanías en el primer día laboral del estado de alarma estaban saturados sin posibilidad de respetar la distancia de seguridad necesaria entre personas7.

Por el contrario, si bien es cierto que hubo una caída drástica del uso del coche en la ciudad debido al estado de alarma, sí se considera este modo de transporte como necesario para acudir a los puestos de trabajo y se ha eliminado algunas restricciones como el servicio de la regulación del estacionamiento.

 

Glorieta Quevedo

Foto: Glorieta Quevedo (Madrid), el 21 de marzo de 2020. Autora: Cecilia Porto

Qué ironía, ahora que las condiciones para caminar y pedalear en la ciudad son mejores que nunca (sin ruido y con aire limpio), no lo podemos disfrutar y tenemos que esperar hasta que vuelvan los coches!

Ahora, que nuestro entorno próximo es la referencia principal para la vida cotidiana, no lo podemos descubrir o valorar, ni las calles, ni los parques cercanos, ni la vecindad. Tenemos que huir en mundos virtuales y cuando vuelvan los coches buscaremos de nuevo la felicidad en descubrir destinos lejanos.

Así pues, ahora que procede debatir en el Congreso de los Diputados la prolongación del estado de alarma, para el cual algunas voces ya piden restricciones más drásticas del confinamiento8 (unas de las exigencias más escuchadas es limitar más el acceso al lugar de trabajo), quizás sea el momento de legislar, tal como exige Heike Freire en su blog, con mayor “sensibilidad e inteligencia” sobre el caso de los niños y niñas1 y facilitar el paseo y el ejercicio físico con distanciamiento social al aire libre para no “incurrir, como sociedad, en un delito de negligencia y abuso”. 

También sería muy positivo para reforzar la imagen de la bicicleta como modo de transporte eficiente, seguro y saludable, recomendar explícitamente su uso en los casos de movilidad necesaria recogidos en el decreto de estado de alarma.

En todo caso conviene recordar que la situación es tan excepcional que estamos todos desconcertados y aprendiendo sobre la marcha y es pronto para saber quién está acertando. Es difícil dar respuestas adecuadas para todos, pero no deberíamos perder de vista las necesidades de los colectivos más vulnerables y evitar que el remedio sea peor que la enfermedad. 

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