En los años setenta del siglo pasado emergieron algunas ideas sobre nuestro modo de vida y los límites del mundo físico que hoy parecen incontrovertibles y están aceptadas institucionalmente, aunque las consecuencias de su aceptación sigan siendo objeto de disputa. No fueron recibidas entonces con el aplauso de los diferentes poderes, que las tacharon con frecuencia de “vuelta a las cavernas” o simplemente de peligrosas derivas que torpedeaban el camino triunfal hacia el progreso.

Entre esas ideas cabe recordar la que apuntaba la necesidad de vivir de la energía solar en un mundo cerrado en materiales, abandonando la adicción a los combustibles fósiles o nucleares; la de que es imprescindible cerrar los ciclos de materiales (la “economía circular” que difunde hoy la Unión Europea) renovando la fertilidad de la tierra; o la de que el agua no debe ser entendida meramente como un recurso a gestionar, sino como una raíz que nos vincula con el territorio.

En todos esos empeños destacó en Pamplona, desde los años finales del franquismo, Adolfo Jiménez, Fito, incansable dinamizador de esas innovaciones sociales y de otras como la solidaridad internacional o la aceptación y atención a las personas con discapacidad cognitiva.

Un grupo amplísimo de amigos y familiares pudimos recordar y celebrar su paso por la vida el pasado 15 de mayo, unos meses después de su fallecimiento en la foz de Arbayún, en plena naturaleza.