El hada y el coche

por Màrius Navazo

¿Cuántos cuentos o fábulas no conocemos dónde un hada o personaje mágico aparece y otorga un objeto o don maravilloso? Nos han contado tantas veces esta historia que también sabemos perfectamente que el preciado objeto siempre va acompañado de unas condiciones que deben ser estrictamente observadas. De no ser así, su efecto deseado se convierte rápidamente en el contrario. Sin embargo, aunque podamos conocer sobradamente la historia, ¡contémosla una vez más!

Esta historia comienza con la bici. Eran los últimos años del siglo XIX, cuando las ciudades crecían desbordando las antiguas murallas y la bicicleta se convertía en idónea. Y en éstas que aparece un hada y ofrece a las ciudades un objeto deslumbrante y cautivador: el coche. 

El hada habló a la gente con estas palabras: “Aquí tenéis un invento que os llevará lejos, muy lejos, de puerta a puerta, a cualquier hora del día o de la noche, sin esfuerzos, esperas ni sudores. Ahora bien, tenéis que cumplir la siguiente condición: deberéis aseguraros que siempre haya pocos coches en circulación a la vez. De lo contrario, se convertirá en el modo de transporte más lento que hayan conocido las ciudades, llegando a ser hasta más lento que el propio ir a pie. Y no sólo eso, si abusáis de él, se volverá en vuestra contra y viviréis en ciudades con accidentes, muertes, ruido, contaminación y miedo de dejar a niños y niñas por las calles. En definitiva, si no le ponéis coto, se convertirá en amo y señor de vuestras ciudades”.

Las palabras del hada fueron mero sentido común para mucha gente. Los propios técnicos municipales ya veían claramente que un invento de tales dimensiones para transportar tan pocas personas no podía ser nada más que algo excepcional en el paisaje urbano. Sin necesidad de las palabras del hada tenían claro que ese invento, aunque maravilloso, no podía ser ninguna solución para la gran mayoría de los desplazamientos. ¿Dónde se había visto antes un modo de transporte capaz de congestionar tan fácilmente la propia infraestructura que se le construyera?

Pero las cosas se fueron escapando de las manos. Y contrariamente a las palabras del hada, las ciudades se fueron transformando con el objetivo principal de usar el coche cuánto más mejor: se apartaron las personas del centro de las calles, se inventaron los sentidos de circulación, se permitió el aparcamiento en las propias calles, se eliminaron o apartaron tranvías, ciclistas y otros estorbos como autobuses y trolebuses, se crearon más carriles de circulación (recortando aceras, debajo de las calles o por encima), se inventaron los semáforos y regularon las intersecciones pensando en la fluidez de los coches, aparecieron los aparcamientos subterráneos y se construyeron más y más autopistas que invitaban a entrar más y más coches a las ciudades. En definitiva, se olvidaron por completo las palabras del hada. 

Y aquí estamos: recitando cada mañana por la radio la larga lista de caravanas y puntos de congestión. Intentando que miles de personas lleguen a su destino final, al mismo tiempo y en coche. Y sorprendidos que no lo consigamos, ¡¡¡nosotros que somos una sociedad avanzada!!! Poniendo el grito en el cielo cuando alguien pretende suprimir carriles de circulación o aparcamientos para dar espacio a aquellos modos de transporte que difícilmente congestionan su propia infraestructura. Y con muertes, miedo y diferentes problemas de salud pública.

Por suerte, también asistimos al espectáculo de ver que, dentro de pueblos y ciudades, en muchas ocasiones la bicicleta sigue siendo de las primeras en llegar. Y en algunos trayectos interurbanos (y urbanos) hasta el transporte colectivo llega a ser más rápido que el coche, a pesar de todas las trabas y abandonos que hicimos durante el siglo XX de los modos colectivos. Puede que por todo esto, afortunada y lentamente, la venda en los ojos vaya cayendo y algo vayamos recordando de las palabras del hada. Aquellas que, en su día, parecieron mero sentido común.

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