GANAR O PERDER EL MUNDO
por Begoña Pernas
Entrevista de Günter Gaus a Hannah Arendt en 1964
https://www.youtube.com/watch?v=dVSRJC4KAiE
La entrevista a Hannah Arendt, realizada en 1964 por Günter Gaus, tiene algo vertiginoso. Produce el mismo efecto que ver a alguien caminar por una cuerda tensada o jugarse una fortuna en la mesa de un casino. Es peligrosa y alegre, como un juego, un juego donde nos estamos jugando mucho, probablemente el siglo XX. Entre el humo de los cigarrillos, en blanco y negro, con un periodista que sabe preguntar y callar, que conoce bien la obra de su entrevistada, pero no se empeña en conseguir respuestas, ambos mezclan recuerdos e ideas, dando a entender, dando a pensar, mucho más de lo que llegan a decir. Pues no hace falta decirlo todo, y menos cuando en cada frase se condensa tanto.
La autora repasa momentos de su vida, como su huida de Alemania en 1933, su identidad judía, con la que “se topó”, su rechazo a vivir en un mundo de intelectuales o solo de intelectuales, puesto que estos, tan empeñados en tener ideas sobre todas las cosas, “cayeron en la trampa de sus propias ideas”, y su forma de apoyar el nazismo o de aceptar la uniformización -Gleichschaltung– fue mucho más grotesca y cruel que la de otros estratos. Narra también sus visitas a Alemania tras la guerra, y su distanciamiento del camino que ha tomado la recuperación alemana, hasta el punto de que ya solo conserva de su antigua nación “la lengua materna”.
Describe su condición de judía como un hecho, convertido en posición por el ataque antisemita, puesto que “si a una la atacan como judía, debe defenderse como judía”, lo que curiosamente no aplica a su condición femenina, que pasa por alto, como una condición que no la concierne profundamente. En su recorrido, que es a la vez biográfico e intelectual, la clave es Auschwitz, aquello que nunca debió permitirse que ocurriera, un hecho histórico de una naturaleza radicalmente diferente de cualquier catástrofe política. Y a pesar de ello, del límite absoluto que supone, cita a su maestro Jaspers y su forma de “aventurarse en el dominio público”, puesto que la humanitas no puede alcanzarse en soledad, ni entre los semejantes o los amigos, sino en ese espacio que ella llama mundo. Un dominio que desaparece si las personas no hacen sino laborar y consumir, “acciones que arrojan al hombre contra sí mismo”, destruyendo el mundo, es decir, el espacio objetivable donde las cosas se vuelven interhumanas, no particulares, no basadas en el amor ni el odio ni la necesidad. Ese espacio “donde las cosas se hacen públicas” es lo que llamamos política.
Y así, la entrevista termina como empieza, en la defensa de una esfera política, que rompa el aislamiento de los ciudadanos modernos y permita aventurarse, y confiar, si es posible, en lo humano que hay en todos o que se construye entre todos. Tras expresar tan débil y loca esperanza, la entrevista termina en un silencio lleno de dudas.