Qué feo es el mundo de mis sueños
por Oscar Clemente

Vivimos rodeados de relatos distópicos. La oferta de ficciones que nos presentan un mundo peor es abundante en cualquier plataforma digital. Como dice en este artículo José Ovejero: las películas pre y postapocalípticas de los grandes estudios contribuyen a normalizar ese futuro que ya se encuentra en parte entre nosotros.

Tampoco pinta mejor el mundo que aparece en cualquiera de los telediarios. Sea una noticia sobre Cambio Climático, Cataluña o los retrasos en las entregas de Amazon para el día de Reyes, siempre nos queda una sensación de desasosiego tras ellos. Ya lo explica muy bien Adam Curtis, funcionario de la BBC, en su cortometraje O Dearism: los informativos hace tiempo que dejaron de intentar dar sentido al mundo y nos presentan una serie de imágenes inconexas que aumentan nuestra confusión y ante las que apenas alcanzamos a decir: ¡Oh Cielos!

“¿Distopías? El ocio de mis alumnos consiste en sobrevivir de forma violenta en un entorno post apocalíptico”, decía el otro día mi amiga Puri. “Mi hijo es un excelente francotirador”. De eso va Fornite, el videojuego más popular. La imagen de millones de adolescentes compitiendo online por ser el último en quedar vivo tampoco resulta muy reconfortante.

La publicidad es de las pocas narrativas que presentan un mundo donde merece la pena vivir. Un universo con sentido, fácil de entender, que nos reconforta y nos da seguridad. Un mundo desde el que poder reirnos del Cambio Climático y del movimiento ecologista porque los problemas ambientales se resuelven comprando un SUV. Un mundo donde la extinción de especies animales se resuelve comprando camisetas. No lo llame especie en extinción, llámele edición limitada.

Donella Meadows, coautora de la famosa obra Los Límites del Crecimiento, fue una mujer que dedicó su vida a describir meticulosamente el choque del modelo económico contra los límites biofísicos del planeta. ¿Una distópica? No, una visionaria.

En una de sus últimas apariciones nos regaló una maravillosa charla sobre la importancia de imaginar un mundo deseable en la que formula preguntas interesantes: ¿Por qué está tan mal visto socialmente, particularmente en el ámbito científico, compartir nuestros sueños? ¿Qué hay en nuestro relato y/o en la mirada de los demás para que la imagen de un mundo más sostenible se siga asociando a grandes sacrificios y pérdida de oportunidades?

Donella hablaba en esa charla de la importancia de visualizar un mundo deseable. No un mundo menos malo, o el mundo que pensamos que podemos conseguir, sino un mundo en equilibrio con los recursos del planeta donde mereciera la pena vivir. ¿Cómo sería allí tu casa? ¿Y tu trabajo? ¿Y tu ciudad? ¿Qué comeríamos? ¿Cómo nos moveríamos?

Dice Donella, que este ejercicio tiene muchas virtudes: te dibuja un camino en el que enseguida emergen imágenes de lugares, iniciativas y modos de vida que ya existen hoy a nuestro alrededor.

Hagamos caso a Donella. Emprendamos una dieta de desintoxicación audiovisual. Visualicemos imágenes de esos mundos sostenibles donde merecería la pena vivir y compartámoslas con los demás. Porque no hay nada más estúpido y distópico que pensar: qué feo es el mundo de mis sueños.